Lectura feminista de la dialéctica hegeliana del amo y el esclavo: la mujer como la “otra” en la sociedad patriarcal. Por Alejandro Iniesta. 2º B./ N-2.

Lectura feminista de la dialéctica hegeliana del amo y el esclavo: la mujer como la “otra” en la sociedad patriarcal
Para un desarrollo adecuado de la temática de la redacción creemos importante responder a las siguientes cuestiones: ¿qué significa el término dialéctica hegeliana?, ¿existe una simetría entre hombres y mujeres?, ¿qué se entiende por “ser sujeto”?, ¿y por “ser otro”?, ¿qué diferencias existen entre la relación amo-esclavo y entre la relación hombre-mujer?, ¿qué tres momentos se dan en la relación entre hombres y mujeres?, ¿cómo ha influido la historia en esta relación? y ¿qué dificultades encontramos a la hora de romper la relación de vasallaje? A continuación comenzaremos por explicar el tema de la redacción.
Para tratar de explicar la relación desigual y de supremacía del hombre frente a la mujer, Simone de Beauvoir recurre a comparar esta relación con la que tenían amos y esclavos en el pasado. Para ello, hará hincapié en la dialéctica del filósofo alemán Hegel.
Para elaborar su sistema filosófico, Hegel parte de una posición idealista. Para él, la realidad última está formada por una entidad inmaterial, incondicionada y absoluta. Hegel denomina Espíritu a esta realidad suprema, que engloba a todo lo que existe y es el origen de todas las cosas. Hegel creía que el avance del Espíritu en el tiempo está impulsado por un enfrentamiento entre posiciones contradictorias, que sin embargo no se cancelan entre sí, sino que actúan como motor de la historia. Hegel empleaba el término dialéctica para describir este progreso que se produce como resultado de una continua lucha entre opuestos. Para comprender el significado que Hegel otorga a la dialéctica, conviene distinguir los tres momentos en los que se articula este proceso. En un comienzo partimos de una posición de partida, llamada tesis, que con el paso del tiempo genera, a partir de sí misma, la posición contraria, conocida como antítesis. La oposición entre la tesis y antítesis se resuelve llegando a una situación nueva y distinta de las anteriores, a la que se denomina síntesis. Según Hegel, la síntesis es una superación que niega las dos posiciones anteriores, a la vez que integra sus diferencias. El proceso no se detiene aquí ya que la síntesis pasa a convertirse en una nueva tesis, por lo que se generará una antítesis, impulsando así el movimiento de una espiral sin fin.
La filósofa existencialista escribe su pensamiento en su libro “El segundo sexo” en el cual trata la desigualdad entre hombres y mujeres. Según Simone de Beauvoir, la perspectiva del hombre se asocia a la objetividad, ya que se considera como un punto de vista objetivo y neutro. Se resalta a los hombres por sus características como persona y las acciones que lleva a cabo, dejando en un segundo plano el hecho de ser hombre. Por el contrario, la cualidad principal de la mujer es esta misma, ser mujer. Se destaca, sobre todo, su condición de mujer. Por ejemplo, al hablar de literatura o cine, cuando un hombre escribe un libro o dirige una película, en ningún caso se aclara que es hecho por un hombre, simplemente es un libro o una película. En cambio, si una mujer dirige una película o publica un libro, se habla entonces de “cine de mujeres” o “literatura de mujeres”. Es por esto que la mujer se asocia a la subjetividad; se considera que tiene un punto de vista distinto al establecido por los hombres, que por derecho sería el objetivo. Por tanto, Beauvoir afirma que hombres y mujeres no pueden definirse simétricamente y que no son polos opuestos. El varón se define como “él mismo”, dejando a la mujer el papel de “la otra”.
Beauvoir utiliza los términos hegelianos “sujeto” y “otro” para tratar de explicar la categorización de personas que se relacionan de forma desigual e injusta. En este caso, la mujer se encuentra en una situación de dependencia e inferioridad frente al hombre, que se identifica como la humanidad:Ella se determina y se diferencia con relación al hombre. Lo opuesto no es válido: ella es lo inesencial frente a lo esencial. Él es el Sujeto, el Absoluto: ella es la Alteridad.” Con esta cita, Simone de Beauvoir deja clara la situación de superioridad del hombre frente a la mujer. Ser sujeto consiste en ser consciente de sí mismo. El reconocimiento de un sujeto requiere que se afirme como tal frente al resto. El resto, por tanto, tendría el papel de “otro”. El problema se forma cuando los hombres se afirman como sujetos, dejando a las mujeres el papel de “otras” (la Alteridad) y estas no son capaces de identificarse como sujetos, por lo que se someten a un punto de vista ajeno. Beauvoir investiga los motivos que provocaron que las mujeres no pudiesen reivindicar su papel de sujeto y quedaran relegadas a una situación de dependencia e inferioridad frente a los hombres. Por consiguiente, los hombres asumieron el poder social y la autoridad de manera generalizada.
Para mostrar el tipo de relación jerárquica que se establece entre hombres y mujeres, Simone de Beauvoir lleva a cabo una similitud con la relación entre los amos y los esclavos. Los amos sometían por la fuerza a otras personas con el objetivo de que trabajasen para ellos, sin importarles que esto suponía despojarlos de su libertad. La dialéctica hegeliana sirvió de mucha ayuda a Beauvoir, ya que esta introduce la hostilidad u oposición en la constitución de la propia conciencia. Según Hegel, todo sujeto toma consciencia de sí mediante la negación del resto de conciencias. Esto es reversible, ya que el otro es el sujeto desde su punto de vista. Como hemos mencionado antes, el problema radica en que la mujer no es capaz de afirmarse a sí misma como sujeto. En consecuencia, la conciencia de la mujer es dependiente y esclava. El paralelismo con la relación amo-esclavo es útil porque ayuda a entender que, aunque el amo necesite del esclavo para reconocerse como amo y estar en una situación de poder, el esclavo no es capaz de librarse del amo. Esto es debido a que el esclavo depende totalmente del amo. El esclavo reconoce que es dependiente y cree que necesita al amo para sobrevivir. Si el esclavo se diese cuenta de que no necesita ningún amo, desaparecería el poder que posee el amo. Esta es la clave para acabar con esa relación de dependencia. Aplicando esto a la relación entre hombres y mujeres, podemos afirmar que la dialéctica se establecería del siguiente modo: El prestigio del varón le permite ejercer su poder sobre las mujeres, es decir, las somete. Sin embargo, los hombres necesitan que las mujeres interioricen esta realidad y crean que necesitan de ellos para poder vivir. Para convencerlas de ello, los hombres se encargan, por ejemplo, de protegerlas, tratando de hacerles ver que sin ellos no vivirían seguras. Al mismo tiempo, ellos son los únicos que asumen riesgos ya que son los sujetos y, por tanto, deben mostrar el poder y el prestigio que poseen.
Existen tres momentos, aunque la autora no se haya referido a ellos explícitamente, en la relación entre un hombre y una mujer, que se han establecido para entender mejor su carácter dialéctico. En el primer momento de la dialéctica los varones pueden decidir libremente sus propias acciones para conseguir ciertos fines. Por ejemplo, arriesgan su vida en situaciones peligrosas. En contraposición a este primer momento se encuentra el segundo momento de la dialéctica, en el cual las mujeres reconocen el valor de los hombres, ya que creen que ellas mismas son incapaces de realizar esas acciones. Por tanto, los varones consiguen un cierto prestigio frente a los demás, sobre todo frente a las mujeres. Ellas no pueden ser partícipe de las acciones llevadas a cabo por los hombres, ya que no son libres. La mujer es, desde el punto de vista del hombre, la otra, ya que no es reconocida por él como una igual. En el tercer y último momento, las mujeres son sometidas por los varones, aprovechándose del prestigio y poder que poseen, y viven bajo la protección del hombre. Algo que resulta llamativo de la relación hombre-mujer es que entre ellos nunca hubo un enfrentamiento (como si lo hubo entre amos y esclavos) ya que la mujer reconoció el valor de los hombres y se vio incapaz de realizar sus mismas acciones.
Ya desde las sociedades primitivas, las mujeres no participaban en las acciones que suponían arriesgar su vida. El hecho de que se considerase que solo eran útiles para reproducirse y generar descendencia supuso un gran obstáculo para el desarrollo existencial de las mujeres, que no podían entonces ni decidir ni controlar su propia maternidad. El reconocimiento social que tenían los valores por realizar acciones que ponían su vida en peligro y su situación de supremacía derivó en la creación de un sistema opresivo sobre las mujeres, es decir, del patriarcado. La organización y desarrollo de esta forma de organización social, en la que las mujeres pasan a un segundo plano en casi todos los ámbitos y los hombres son los que llevan las riendas, pasa por distintas fases a lo largo de la historia, siendo un sistema muy complejo. Como consecuencia del patriarcado, las mujeres viven en una enorme desventaja frente a los hombres. Como no existe una igualdad entre ambos sexos, las mujeres han de comportarse correctamente con ellos para poder seguir delante, ya que por ellas mismas no se ven capaces de hacerlo. Por tanto, la mujer acepta el papel de alteridad u otra: “Negarse a ser la Otra, rechazar la complicidad con el hombre, sería para ellas renunciar a todas las ventajas que les puede provocar la alianza con la casta superior (…)”. Beauvoir defiende que, para que las mujeres puedan emanciparse, deben despojarse totalmente de los hombres. Su objetivo ha de ser poder decir “nosotras” y esto requiere elementos identificatorios que provoquen la unión entre ellas. Por otra parte, el vínculo que une a hombres y mujeres no es comparable, según Beauvoir, a otras relaciones entre opresores y oprimidos, ya que la mujer, como otra, y el hombre, como sujeto, se necesitan mutuamente (ella le necesita a él para sobrevivir, él la necesita a ella para tener descendencia y ocuparse del desarrollo de sus descendientes), llegando a establecer un fuerte vínculo. Además, el hecho de que las mujeres (oprimidas) tengan esta relación con los hombres (opresores) puede proporcionales ciertas ventajas, ya que afirmarse como sujeto implica ser responsable de los proyectos realizados personalmente desde la libertad propia y requiere un esfuerzo moral por parte de las mujeres. Simone de Beauvoir es muy clara al sintetizar el método que se ha de seguir para romper esta relación de vasallaje. Las mujeres han de ser capaces de reconocerse como sujetos. Cuando consigan hacerlo, podrá tener lugar el reconocimiento recíproco que dará lugar a una relación de igualdad entre hombres y mujeres. La emancipación de las mujeres solo será posible cuando decidan con plena libertad sobre su cuerpo y tengan autonomía y una condición de igualdad con los hombres.

En conclusión, Simone de Beauvoir hace uso de la dialéctica, que se relaciona con la relación de contraposición entre dos elementos contrarios, del filósofo Hegel. En su libro “El segundo sexo”, Beauvoir retrata la desigualdad existente entre hombres y mujeres. Además, utiliza los términos “sujeto” y “otro” para facilitar el entendimiento de esta relación injusta. Por otro lado, Simone de Beauvoir lleva a cabo una comparación entre la relación de amos y esclavos y la relación de hombres y mujeres para establecer sus similitudes y diferencias y explica los tres momentos de la relación hombre-mujer. Finalmente, Beauvoir trata de comprender las circunstancias históricas que han condicionado esta relación y reflexiona sobre cómo acabar con la misma para que las mujeres sean capaces de emanciparse, ser autónomas y, de este modo, conseguir la tan ansiada igualdad entre sexos.

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